jueves, 25 de noviembre de 2010

Envidio a las personas decididas, a las que saben lo que quieren. A las que hablan con la seguridad de que tienen razón, de que están haciéndolo bien. A las capaces de abandonarse por un sueño. A las que no les importa que las humillen. A las que saben lo que quieren.

Y sí, un día soy capaz de pisar fuerte y al día siguiente tengo miedo del mundo. Hablo por hablar, nunca sé si lo hago bien. Dudo continuamente. Necesito tenerlo todo controlado, no soy capaz de vivir sin saber lo que haré al día siguiente. Me afectan los sentimientos, pensamientos y palabras de todos los que me rodean. Desconozco incluso mis propios sentimientos. No desafío a la suerte, pero ella me desafía a mí. Tropiezo cinco veces con la misma piedra, y aún así, me vuelvo a caer. Sonrío sin ganas, trato de evitar a la gente. Me engaño a mí misma, pretendo que la gente sepa lo que pienso, no se lo muestro. Quiero que estén conmigo, quiero que me dejen en paz.. Quiero que el mundo vaya acorde con mi humor, y tengo demasiados deseos de cosas imposibles.

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