La mente selecciona, exagera, traiciona,
los acontecimientos se esfuman, las personas se olvidan y al final solo queda el trayecto del alma, esos escasos momentos de revelación del espíritu.
No interesa lo que me pasó, sino las cicatrices que me marcan y distinguen. Mi pasado tiene poco sentido,
no veo orden, claridad, propósitos ni caminos, solo un viaje a ciegas, guiada por el instinto y por acontecimientos incontrolables que desviaron el curso de mi suerte. No hubo cálculo, sólo buenos propósitos y la vaga sospecha de que existe un diseño superior que determina mis pasos.